viernes, 25 de marzo de 2022

 

COMENTAMOS SOBRE EL FEMINISMO


Ayer, como todos los jueves, nos reunimos para escuchar y debatir un nuevo tema en nuestra tertulia semanal. En esta ocasión Mari Carmen Estévez compartió con nosotras la lectura del discurso que Siri Hustvedt pronunció en 2019 tras recibir el Premio Princesa de Asturias.




Discurso completo

De pequeña solía maravillarme ante cosas corrientes. Un tenedor encima de la mesa o una flor en un jarrón de repente adquirían la extraña cualidad de un misterio metafísico. Ver a mi hermana lamer un cucurucho de helado me llevaba a pensar en lo raras que eran las lenguas humanas, con sus bultos y el surco en el centro. ¿Y las sensaciones que iban y venían a lo largo del día: los escalofríos y los sudores, los sabores dulces y los agrios, los retortijones cuando los niños del colegio se reían de mí o el deleite de los besos y los abrazos de mi madre? Y luego estaban las reglas de la vida, que no eran pocas. ¿Por qué los niños podían dar brincos cuando ganaban un concurso de caligrafía y a las niñas no se nos dejaba ni sonreír, y menos aún levantar los brazos en el aire? ¿Y si las reglas eran diferentes?

Cuando mi hija, Sophie, tenía tres años, me preguntó: «Mamá, ¿cuando sea mayor seguiré siendo Sophie?». Le respondí que sí, aunque sabía que acababa de plantear una antigua cuestión filosófica para la que no había una respuesta satisfactoria, la cuestión del Yo y su continuidad en el tiempo. ¿Qué cambia y qué permanece igual? ¿Creemos a Heráclito o a Platón? ¿Cómo conectamos el embrión, el recién nacido y el adolescente con la anciana que está en su lecho de muerte? ¿Cómo concebimos la vida interna y la externa? ¿Cómo marcamos los límites entre ellas? ¿Cómo sabemos lo que estamos tan convencidos de saber?

Todos los niños tienen curiosidad. Piensen en la recién nacida fascinada por el aspecto y el sonido de las llaves brillantes que su padre agita sobre su cabeza. Intenta cogerlas. Si lo consigue, se las lleva a la boca. Pero la niña no es una criatura aislada que va acumulando información sobre sí misma. Vive en una interacción continua con los demás. Su curiosidad tiene dos caras: necesita tocar y que la toquen, probar y que la besen y la prueben, oler y que la huelan, ver y que la vean, la vean de verdad. Y en un determinado momento la niña empieza a preguntarse sobre el cambio, empieza a imaginarse mayor, fuerte y adulta o vieja o incluso muerta. Yo solía mirar el pelo azul de las ancianas con bastón, chal y voz temblorosa de mi ciudad natal, y pensaba: «Así seré cuando sea vieja, antes de morir».

En mi pequeña ciudad había bibliotecas llenas de libros, y en esos libros había historias sobre personas a las que nunca había conocido que vivían en países en los que nunca había estado. Tenían aventuras y eran víctimas de injusticias. Yo leía sobre reyes, reinas y magia, pero también sobre cautiverio, racismo, miedo a los desconocidos y niñas a las que se les castigaba por no querer ser modosas y estar calladas. Y pensaba: «¿Por qué es así? ¿Por qué no podría ser diferente?». Los libros se encarnan. Las palabras se entretejen con nuestro cerebro y nuestras vísceras, nuestros gestos y nuestros sentimientos. Nos cambian. Los libros y las ideas pueden ser peligrosos, pueden enfermarnos o enloquecernos, y pueden proporcionar formas de salvación, una vía de escape del dolor. Pero debemos recelar de las emociones ramplonas, las respuestas fáciles y las fórmulas hechas que vienen en paquetes brillantes con la etiqueta de «verdad».

Aún no soy tan mayor como las señoras de pelo azul, pero me voy acercando, y llevo medio siglo leyendo a buen ritmo. Estoy llena de voces, y éstas no se ponen de acuerdo entre sí. He leído literatura, filosofía, historia y mucha ciencia —neurología, psiquiatría, neurociencia, genética, embriología—, pero también antropología y sociología, y cuanto más sé, más me pregunto: ¿por qué? ¿Cómo sabemos lo que sabemos? Piénsenlo de nuevo: ¿y si fuera diferente?

Vivimos en un mundo en el que cada vez la gente sabe más sobre menos cosas. Esto tiene sus ventajas. El conocimiento especializado ha dado lugar a grandes avances técnicos, medicamentos potentes, teorías complejas sobre el lenguaje y la cultura, y obras de arte impresionantes. También ha llevado a callejones sin salida en varias disciplinas y a fantasías de que una idea es novedosa cuando no lo es. Tras dar una charla ante neurólogos en un hospital de Boston, un científico me preguntó por qué alguien como él, que se había pasado la vida estudiando escáneres cerebrales de pacientes con Alzheimer, debería leer literatura, filosofía e historia. Le respondí que le ayudaría en su trabajo. Vería lo que ahora no veía e identificaría en sus modelos puntos débiles que nunca se le habían ocurrido.

Lo sé porque he sido testigo una y otra vez de los problemas que suscita un enfoque demasiado restringido. Y esto es válido tanto para el estudioso de humanidades que nunca se ha molestado en pensar en músculos, huesos, tejidos y células como para el científico que sólo piensa en neuronas. Ninguno de los dos se pregunta cómo sabe lo que cree saber. Las preguntas que deberían hacerse no se hacen porque quedan fuera del marco de referencia. Cuando escribo intento formular la siguiente mejor pregunta, basada en muchas disciplinas y no en una sola. Y me hago esas preguntas en las novelas, los ensayos y los trabajos académicos, porque todos son vías para aumentar el conocimiento humano. He aprendido que un género o disciplina no es superior a otro. Debemos recelar de nuestros prejuicios. Ni la ciencia es elevada, intelectual y masculina, ni las artes y las humanidades son inferiores, emocionales y femeninas. Debemos aprender que la autoridad y la sabiduría vienen en muchos formatos, sexos, colores, formas y tamaños. Debemos aprender unos de otros y recapacitar.

¿Es la misma persona la niña que se quedaba mirando un tenedor y la mujer que daba la charla? El tiempo es inefable, pero las ideas y las reglas que las acompañan pueden perdurar, a menudo cientos de años. A mi yo adulto no le cuesta imaginar un mundo en el que las ideas circulan libremente entre disciplinas sin una jerarquía discriminatoria, un mundo donde las niñas pueden alardear tanto como los niños y éstos no les tienen miedo, un mundo en el que se han disuelto las viejas fronteras. Este premio llega de la mano de una niña, una princesa. Me gustaría que fuera para todas las niñas que leen muchos libros sobre un sinfín de temas, que piensan, preguntan, dudan, imaginan y se niegan a estar calladas.


    Muchas de nosotras ya lo conocíamos, pero el tema que desarrollaba entonces la premiada, sigue siendo de actualidad: El feminismo.

    Tras leernos el discurso, pasó Mari Carmen a definir que es el feminismo, sus características y parte de su historia hasta el momento actual. A continuación, cada una de nosotras opinó sobre el tema, afirmando algunas que no es la palabra lucha la que mejor define el feminismo. Recurrimos frecuentemente a diferentes conceptos que aparecian a lo largo del texto y volviendo al discurso inicial y según Siri Hustvedt, para lograr cambiar la sociedad, para conseguir el principio de igualdad de derechos de mujeres y hombres, debemos partir de la educación, la formación y el conocimiento humano. 

    Aunque no eramos muchas, por culpa de la lluvia que nos tiene tan confinadas como el Covid, resultó muy ameno y participativo el debate posterior.



viernes, 11 de marzo de 2022

LA SOLIDARIDAD ES UN VALOR

Ayer jueves 10 de Marzo, Fina Pedreño siempre dispuesta a cubrir cualquier falta, nos trajo este tema que parece sencillo pero precisamente en estos momentos que atravesamos es muy necesaria.

La SOLIDARIDAD es un valor que se caracteriza por la colaboración mutua entre los individuos, lo que permite lograr la superación de los más terribles desastres como enfermedades e incluso guerras

  La solidaridad es importante comenzar a practicarla desde la infancia con pequeñas cosas y lo mejor trasmitirla con el ejemplo.  La Solidaridad no es obligatoria, sin embargo, lo ideal sería que fuese un compromiso

La solidaridad no es un sentimiento superficial, es la firme determinación de empeñarse por el bien común

Juan Pablo II 

Se hizo la diferencia entre Solidaridad y Caridad que llevó a diferentes opiniones que siguen surgiendo pese a *San Google*

  Hubo tiempo para leer un Poema de la poeta María Cegarra y una carta de Miguel Hernández a María Cegarra


viernes, 4 de marzo de 2022

Conociendo a Juana Román Hurtado

 

Cuando el mes pasado, nuestra amiga y tertuliana Aurora Morancho, recordaba a todas aquellas que ya no están entre nosotras, yo le dije que envidiaba la suerte que habían tenido las fundadoras y veteranas al haberlas conocido, pero hoy, esta tarde, cuando Carmen Rosique nos ha leído la biografía de su madre, Juana Román Hurtado, he vuelto a sentir envidia, sana envidia (si es que puede existir ese tipo de envidia) por Carmen y por todas las personas que tuvieron la oportunidad de convivir con ella.


                 


Carmen ha iniciado su charla dandonos a conocer una somera biografía de su madre, de forma contenida y sobria, pero sin duda íntimamente orgullosa por haber convivido con ese gran ser humano. Su madre no fue tan solo su madre: Su madre cantaba bien, escribía mejor, gustaba del flamenco, conoció y convivió con celebridades literarias como Carmen Conde o María Cegarra, participó en todo tipo de actos culturales, recibió premios y menciones honorificas en diferentes participaciones: Las letras de cuatro misas flamencas, Justas literarias y tan solo de pasada, Carmen nos habló de “Mutamid Rey de Sevilla” como uno más de sus libros escritos, pero que es una joya,  una magnífica obra literaria, ilustrada por esa hija que no pudo disimular su orgullo y es que discretamente, no quiso hablarnos de Juana como la madre que conoció en el plano doméstico y se centró en la escritora, en la amante de la vida, de las letras, del flamenco, en la persona creativa, en su humanidad y en su inquietud investigadora.


Como he dicho al principio, envidio a todas las tertulianas que coincidiste con Juana Román a lo largo de los años y a las que como yo, no tuvimos esa suerte, las invito a buscar sus poemas y disfrutar con su lectura, tal como ayer lo disfrutamos. Gracias, Carmen.