Navegando por la red, como siempre... me he encontrado con este artículo y como trata de un tema referente al siglo XVIII, lo he copiado por si os interesa.
Con
la Guerra de Independencia de EE.UU., entre 1779 y 1783, España trató de
recuperar a sangre y fuego el Peñón: la estrategia fue un absoluto fracaso
Las autoridades gibraltareñas siempre
esgrimen una máxima cuando el asunto de la «Montis Insignia Calpe» se tensa: «Gibraltar
es un asunto del siglo XVIII que solo puede abordarse con respuestas del siglo
XXI». Es una manera sibilina de reconocer que los tiempos diplomáticos
ya no están para aspavientos, demostraciones de fuerza y, menos aún, conquistas
militares. Por supuesto, en eso estamos de acuerdo.
No obstante, el siglo XVIII -el
de la pérdida de Gibraltar- tuvo en su haber tres asedios en los que
España intentó arrebatar (y recobrar) el Peñón a la Pérfida Albión. Tras dos
infructuosos grandes intentos en 1704-1705 y 1727, la ocasión volvió a
presentarse en 1779, año en el que se inicia el Gran Asedio a Gibraltar, la
última ocasión en que España intentó recuperar Gibraltar por las bravas: a
cañonazo, sangre y fuego... y con los franceses como aliados.
Ambas potencias aprovecharon la supuesta
debilidad sajona, que dirimía otra guerra al otro lado del Atlántico contra las
Trece Colonias norteaméricas lideradas por George Washington. En aquella guerra
París y Madrid también se aliaron contra el inglés, unos atacando por el norte,
los nuestros haciéndose con el sur... en Pensacola.
En el Tratado de Aranjuez España y
Francia acuerdan una alianza
La Historia del Gran Asedio a Gibraltar -vaya por
delante su nefasto resultado, de otro modo seguro que no estaríamos hablando de
él en este 2013- comenzó con la firma del Tratado de Aranjuez un 12 de
abril de 1779 por el cual la España del Rey Carlos III y la Francia
del Rey Luis XVI sellaban esa alianza, renovando los Pactos de Familia contra
Gran Bretaña.
El citado tercer pacto entre Borbones reclamaba
para España la devolución de Gibraltar, Menorca (1782), Florida (1783)
y la Honduras Británica, además de una serie de derechos comerciales que
favorecían a los ingleses en el comercio de madera; Francia, por su
parte, se quedaría con el derecho de comercio con la India, la
expulsión de los ingleses de Terranova (Canadá), la recuperación de Senegal y
la retención de Dominica. Ambas potencias acordaron incluso invadir Gran
Bretaña, algo jamás perpetrado.
El 16 de junio de 1779 España declara
oficialmente la Guerra a Gran Bretaña,
aunque no reconoce la independencia de las Trece colonias por su temor a que la
nueva era de los colonos americanos se extendiera al sur. Esta declaración de
guerra era tan desconocida para los ingleses de Gibraltar que cuatro días
después de su anuncio el mismísimo general George Elliott, gobernador de la
plaza británica en la Península Ibérica, cruzó el istmo para felicitar al
general español Joaquín de Mendoza, al cargo del campamento militar opuesto,
por su ascenso a teniente general.
Libro:
«Gibraltar: la razón y la fuerza»
El día 21 España cerraba su frontera
iniciándose el decimocuarto sitio sobre Gibraltar que supondría el inicio de
«una de las campañas más importantes, el asedio más largo, duro y costoso en
recursos y vidas humanas que padecería Calpe a lo largo de toda su historia,
razón por la que se le conoce como el Gran Sitio», explica Isidro
Sepúlveda Muñoz, doctor en Historia, profesor de la UNED y autor del
libro «Gibraltar. La razón y la fuerza» (Alianza
Ensayo)
«Un ingeniero con experiencia en
asedios, destacado militar(sirvió en la Guerra de los Siete Años y en la
toma de La Habana), bondadoso pero rígido, austero y abstemio era muy
probablemente el perfil más adecuado para la dirección de la defensa de
Gibraltar», argumenta el profesor Sepúlveda.
El general Elliott era definitiva un
militar de gran prestigio: formación universitaria, pasó por las escuelas de ingeniería
militar de Gran Bretaña y Francia, sirvió en el Ejército prusiano hasta
que entró en el Regimiento 23 de los Royal Welch Fusiliers. De 1775 a 1778
fue comandante en Irlanda. Por parte española, el asedio fue dirigido por el
general Martín Álvarez de Sotomayor, con fama militar en las campañas de
Italia.
El general Elliott
Las fuerzas por el lado
británico al comienzo del bloqueo era de 5.500 hombres consistían en:
cinco regimientos británicos, de quinientos hombres cada uno; tres regimientos
de Hannover, de 360 soldados cada uno; medio millar de artilleros y un centenar
de militares del cuerpo de ingenieros, un pequeño destacamento naval compuesto
de cinco navíos se hallaba en el Peñón.
«La población civil que había en ese momento en la ciudad era de
3.200 personas, censadas en 1777 de acuerdo a criterios étnico-religiosos; de ese
modo se sabe que había 519 británicos (protestantes, familiares de los soldados
de la guarnición), 1.819 católicos (españoles, portugueses, genoveses y de
otras nacionalidades mediterráneas) y 863 judíos».
En el lado español se alzaba el
campamento militar de Punta Mala con 13.700 soldados al comienzo del sitio,
entre los que cabe destacar a los mil artilleros, llamados a desempeñar un
papel crucial en la contienda, doce escuadronres de caballería, cuatro
batallones de infantería, dos de guardias españolas, otro dos de walonas, más
un conjunto de fuerzas de regimientos de Aragón, Cataluña, Guadalajara, Soria y
Saboya.
Una fuerza naval comandada por el almirante Antonio de
Barceló anclada en los puertos de Algeciras y Ceuta para evitar que navíos
británicos abastecieran a Gibraltar. Once navíos y dos fragatas se situó en el
Golfo de Cádiz con el objetivo de impedir esos refuerzos.
De 1779 a 1782 se trató de rendir
Gibraltar por hambruna
«El Gran Sitio se divide en dos periodos
bien delimitados; desde su inicio en junio de 1779 hasta la primavera de 1782
se mantuvo tan sólo un bloqueo, aun produciéndose algunos altercados, que trató
de rendir a Gibraltar por medio de la falta de recursos y víveres; en el verano
de 1782 se produjo el gran ataque, utilizando innovadores métodos y maquinaria,
hasta que en febrero de 1783 se alcanzó un armisticio general de la guerra
franco-española contra Gran Bretaña, que puso fin al sitio», delimita en el
tiempo el profesor Isidro Sepúlveda.
Así llegado el estío de 1782, España
comprendió que un bloque marítimo era insuficiente ya que los barcos británicos
con provisiones alcanzaron Gibraltar sin problemas a partir de 1780 con la
aparición de la armada del almirante George Rodney «que llenó de
alivio y de pertrechos a los habitantes del interior de la ciudad, mientras
causaba un importante daño en la moral del campamento español». Finalmente no
se pudo rendir la plaza de Gibraltar por hambre, a pesar de las penosas
condiciones que padecieron los habitantes de Gibraltar. El 12 de abril de 1781
se produjo la segunda ruptura del bloqueo cuando el almirante Darby arribó a
Gibraltar con un centenar de barcos. Las fuerzas españolas debían cambiar de
estrategia.
Recuperada con éxito Menorca en 1782, buena parte de la tropa que lanzó la campaña
contra el inglés en la citada isla de Baleares se traslada ahora al campamento
militar de Punta Mala. Al mando de las tropas combinadas hispano-francesas se
sitúa ahora el general francés Berton Balle de Quiers, duque de Crillon,
que hacía tiempo estaba al servicio del Rey español, sustituyendo así a Álvarez
de Sotomayor.
La
estrategia de las baterías flotantes
La estrategia del mayor fuego con
baterías de artillería flotantes contra Gibraltar será la siguiente fase del
Gran Asedio. El ingeniero francés D'Arçon, con el apoyo español,
presentó su plan. Las baterías flotantes era embarcaciones que se acercarían a
Gibraltar, anclando y formando un gran cordón. Tras dejar inútiles a los
cañones británicos, deberían introducir a la infantería para rendir la ciudad.
En mayor de 1782 se inició la construcción de este proyecto quimérico de unas
embarcaciones que dejaban circular en su interior el agua de mar para evitar el
daño de la «bala roja», los proyectiles calentados al rojo vivo antes de ser
disparados sobre Gibraltar.
Por su parte, Gibraltar, advertida del
nuevo movimiento franco-español,comenzó a fortificar sus baterías y
construir túneles en la Roca (una de las principales atracciones
turísticas del Peñón hoy día).
A finales de agosto estaban terminadas
las baterías flotantes. Se trataba de cinco baterías de dos puentes y cinco de
un puente. El 13 de septiembre de 1782 fueron trasladadas hasta
su emplazamiento frente a Gibraltar y comandadas por don Luis de Cordova. Una
vez ancladas comenzó el bombardeo. En total, las doce baterías flotantes
contaban con 142 cañones y 5.260 hombres.
El desastre de las baterías flotantes, visto por
William Hamilton
«La respuesta de las baterías de
Gibraltar se produjo al mismo tiempo, lo que deparó un espectáculo fantasmal
con el humo y el olor a pólvora llenando toda la bahía. Aunque el daño
producido sobre la plaza fue grande, en especial en el flanco norte y el King's
Bastion, la acumulación de fallos en el conjunto español fue grande: la Marina
estuvo completamente al margen del ataque, sin prestar el menor apoyo; las
baterías flotantes no alcanzaron las posiciones necesarias para abatir sus
objetivos, pero fueron alcanzadas desde tierra, incendiándose algunas y
siendo voladas el resto por no poder ser remolcadas; las lanchas cañoneras que
debían operar al cobijo de las flotantes no aparecieron; las baterías del istmo
fueron aprovisionadas inicialmente con balas para tres horas, por lo que a
medio día no tenían munición para mantener el fuego sobre sus objetivos»,
relata Isidro Sepúlveda en su libro «Gibraltar. La razón y la fuerza».
El Gran Sitio de Gibraltar duró tres
años, siete meses y veinte días
Resumiendo: un estrepitoso fracaso de España y los
ingenios de D'Arçon.
Más «la muerte de dos mil hombres y la quiebra de la moral atacante en el
campamento español mientras que el interior de Gibraltar se reforzaba el
espíritu de resistencia». Ya se preveía que el Gran Asedio de Gibraltar, una
vez más, no podría ser.
«Finalmente, el 3 de septiembre de 1783 se firmó la
Paz de Versalles, en la que se reconocía la independencia de EE.UU., Gran
Bretaá entregaba a Francia varias islas de las Antillas menores y le devolvía
fortalezas en África y Asia, mientras que a España se le reconocía su posesión
de Menorca, se le devolvía Florida y los británicos abandonaban todas sus posiciones
en el golfo de México. Gibraltar ni siquiera fue mencionado en el tratado».
El Gran Sitio duró tres años, siete meses y
veinte días. Resultado: unos 870-1.000 muertos en el lado británico y 6.000
en el lado español. Sobre una Gibraltar completamente en ruinas se arrojaron
256.387 disparos; los gibraltareños respondieron con 203.328 disparos, según
los datos que maneja el historiador de la UNED.
Muy bien Carmen!! Asi se hace.
ResponderEliminarInteresantisimo el tema que nos invitas a conocer.
Las felicitaciones navideñas, ya no te digo. con musica y todo ¡fenomenal!
Besos Agueda.