jueves, 17 de diciembre de 2020

Preguntando a mis manteles

 


    Ya sabéis que soy muy de rituales, sobre todo en estos tiempos de Navidad: Mis encuentros familiares, la elaboración, con ayuda de mis nietos de los cordiales, la lenta preparación de mi sopa de marisco, los calamares rellenos o el caldo con pelotas. Los Reyes Magos le piden a Papa Noel que traigan a mis niños los regalos que han pedido, en la Nochebuena, para ayudarles a los regios ancianos en su trabajo anual y de ese modo proporcionar a los pequeños un mejor tiempo de vacaciones con sus "regalos de Reyes" Mis rituales...

   Cada año, cuando preparo mi casa, monto el Misterio y cuelgo las luces en las ventanas, voy recordando y comparando un año con otro y sobre todo, cuando abro el cajón donde duermen los manteles, los tapetes de las bandejas de los dulces o los pañuelos que ocultan las luces del Nacimiento, me acuden en tropel recuerdos y nostalgias y este año de nuevo hablo con mis manteles, los manteles que empezaron a hablarme a mi hace años y a los que yo ahora pregunto.

 

Preguntando a mis manteles

Un año más vuelve la Navidad. Aun faltan días, pero este año todo lo hemos adelantado algo mas, bien sea porque disponemos de más tiempo o quizás porque estamos deseando que acabe este año.

         Como cada año, abro cajones buscando adornos, luces y manteles. ¡Otra vez de nuevo busco mis manteles! Y según los busco despiertan en mí recuerdos, nostalgias y mil sensaciones. Escarbo y encuentro, allá en el fondo, manteles que  bordé hace años, con aquella blanca puntilla prendida en su entorno. Acuden a mí el sonido de aquellos bolillos que unas manos movían ligeros en las horas cálidas de aquellos veranos. Hay otros manteles bordados por mí, que quedan de nuevo en la parte baja, el azul, el blanco, aquel de cuadrados a punto de cruz, porque son pequeños y ahora mi mesa es más grande y ya no me sirven.

         Manteles llegados desde Portugal o desde Canarias, manteles que alguna persona querida trajo de Bruselas, encajes, bordados, puntillas, todos los manteles que me traen recuerdos yacen en el fondo, sabiendo que no asistirán a las familiares comidas del tiempo que viene. Ellos ya tuvieron su tiempo de gloria y logran traerme el recuerdo de aquella persona que pensando en mí, me trajo hace tiempo una de estas joyas.

         

    En otros momentos mis manteles blancos me contaban cosas que habían escuchado en mis mesas puestas a los familiares y amigos en la Navidad y ahora, en cambio, soy yo quien pregunta al ver los manteles cubiertos de papel de seda en ese cajón ¿Qué fue de mi gente? De aquellas mujeres que fueron y son para mí importantes, que se preocupaban de que yo , al casarme, llevara un ajuar de sábanas, toallas y manteles de distintas medidas, colores y formas: un mantel azul con aplicaciones blancas de ganchillo, mantel de Vichy, manteles de cuadros, orillas hechas a ganchillo, dobladillos eternos hechos en aquella casa, en aquella terraza en verano.

         No me queda nadie de aquellas mujeres que en aquellos tiempos cuidaron de mí, me enseñaron a enhebrar agujas, a usar el dedal, a bordar a mano, a tantas y tantas labores que ellas sabían hacer y a las que jamás yo pude igualar…

         Volveré a cerrar el cajón de siempre, el de los manteles que todos los años al llegar Diciembre abro para preparar la mesa de la Nochebuena, la de Navidad, la de Nochevieja y el que he de poner la Noche de Reyes con los tres roscones rellenos de muchas sorpresas y al fondo, cubiertos de seda quedarán de nuevo los otros manteles y antes de cerrarlo los contemplare y recordaré y me ayudaran a nunca olvidar a aquellas personas que fueron las alas que impulsaron mi vuelo al futuro sin miedo. 

¡Benditas sean aquellas mujeres!











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