Amor y odio
La relación que mantengo
con Internet, "la red de redes" es una relación de amor-odio muy
fuerte. "Ni contigo ni sin ti puedo vivir". Desde que me levanto, e
incluso antes de saltar de la cama, ya estoy enredada con ella: que si he recibido
tropecientos WhatsApp deseándome feliz día, good morning o egun on, de las
mismas personas que anoche me dijeron hasta mañana, buenas noches, goodnight o
gabon, que me recuerda las citas del día, a quien debo felicitar por su santo o
cumpleaños y publicidad de todo tipo.
Yo no digo que Internet
no me ayude a mantenerme relacionada con personas a las que quiero, me informe
de si va a llover o si debo abrigarme antes de salir a la calle. Es estupendo
leer las noticias, incluso las esquelas mientras desayunas, ver el estado de
tus cuentas o revisar el Facebook, pero
tiene un lado malvado, un lado oscuro y perverso.
Tú esperas que Internet,
ese amigo que todo lo sabe, que te cuenta todo lo que ocurre, ocurrió y
ocurrirá en este mundo sea siempre tu incansable colaborador, pero no, Internet
juega conmigo y desgraciadamente siempre gana: es como un alzhéimer enorme que
hace que desaparezcan de tu equipo todo aquello que para ti es importante, que
ha formado parte de tu vida. Se lleva los escritos que te han supuesto días y
días de trabajo y no sabes que ha hecho con ellos ¿tal vez estén en esa nube de
la que todo el mundo habla?
Y no es solo eso: otras
veces te cambia la ruta de tus mensajes y envía a quien no corresponde las
intimidades que querías compartir con otras personas y te deja con el c… al
aire. Este juego lo suele hacer mucho con los WhatsApp y descubres que aquello
que acabas de pensar y escribir ya está ante los ojos de quien no debía leerlo.
Quisiera romper para
siempre con él, olvidarme de que existe, levantar el teléfono para hablar con
mi gente, cambiar las zapatillas por esos zapatos que últimamente usas tan poco
y salir a la calle a comprar o devolver aquello que compraste, ¡escribir una
carta a la persona que añoras y echarla en un buzón! Todo eso quisiera volver a
hacer, como no hace tanto tiempo que era lo normal, pero… enciendes el portátil
o miras el móvil… y vuelves a empezar.
P.D. ¡no os lo vais a
creer! ¡Cuando estaba escribiendo la palabra móvil, se ha apagado el portátil!
¡Os juro que ha sido Internet, yo no he hecho nada! He vuelto a encenderlo, he
entrado en Word e “inocentemente” me ha preguntado si quería recuperar un
documento guardado en OneDrive, he respondido afirmativamente y ha vuelto de nuevo a aparecer en mi pantalla.
Ya os digo: sabía que estaba hablando de
cortar con él y me ha demostrado quien manda aquí. No es broma, aunque quiera
no puedo abandonarlo. Es mi sino, como el de muchos más.